La satisfacción del deber cumplido
Por Citlali Calixto Jiménez
Hoy me parece algo lejano el proceso electoral de 2021. Viéndolo en perspectiva y a la distancia han sido tres años de enorme aprendizaje; pero, sobre todo, de cumplir con el mandato que el pueblo y mi querido Distrito IV me otorgó. A unas semanas de que termine la LXIII Legislatura quiero compartirles queridas y queridos lectores algunas reflexiones sobre lo que ha representado para mí este periodo como diputada.
Empiezo por el proceso electoral. En ese momento yo estaba terminando mis estudios de licenciatura en Ciencias Políticas y Administración Pública en la Universidad Iberoamericana (IBERO), espacio al que pude acceder gracias a una beca por excelencia humana del 100%. Por la pandemia, pude combinar mis últimas clases a distancia con las actividades proselitistas. Sabía que tenía la oportunidad única de convertirme en la diputada más joven de la historia de Guerrero. Así que trabajé sin descanso, pero disfrutando cada momento. Mis últimas tareas y mis primeros recorridos como candidata son memorables. Los atesoro en el fondo de mi corazón.
Ganar la elección y convertirme en diputada por el principio de mayoría relativa me hizo muy feliz. Sentí una profunda emoción, pero también el peso de la responsabilidad. Sabía perfectamente que no podía fallar, era un lujo que no me podía dar. Tenía que representar lo mejor posible a la población de mi distrito y cumplir con una agenda legislativa congruente con nuestro movimiento, una agenda que priorizaba una representación sustantiva: las mujeres. Me restaba mucho trabajo por delante y tenía que apoyarme en mi talento y mi talante.
Desde el día en que se instaló la histórica y paritaria LXIII Legislatura me di a la tarea de dialogar, presentar mis causas y representar a mi distrito y a mi partido. Con disciplina, lealtad, ética y profesionalismo empecé a cabildear los temas que como movimiento decidimos abanderar recuperando las causas de la lucha social. La interrupción legal del embarazo fue uno de los más mediáticos y socialmente trascendentes. Nunca dudé que podríamos lograrlo, hasta que finalmente lo hicimos.
Desde entonces, he podido desahogar cada tema de mi agenda legislativa y terminar sin pendientes ni rezagos. Lo he hecho con convicción, pero también con coherencia. En todo el proceso legislativo he procurado incluir las perspectivas de género, juventud, discapacidad y diversidad sexual.
De esta manera, muchas reformas que generalmente beneficiarían a las mujeres exclusivamente, también lo hacen con la juventud, la discapacidad y/o la comunidad LGBTIQ+. Por ejemplo, con la despenalización del aborto logramos que se discutiera el concepto de “personas gestantes” para garantizar la protección del derecho no solo a las mujeres, sino también a hombres trans y personas son binarias. Si bien no logramos conservar el concepto en el dictamen final, sí logramos dejarlo plasmado en los antecedentes del dictamen para que sirviera como herramienta jurídica latente.
También, al aprobar la reforma sanitaria en materia de educación sexual en el ámbito de la salud, generamos un instrumento de política pública para incidir en el problema social de los embarazos adolescentes. Esto, acompañado de la reforma a la Ley 553 para reconocer la violencia obstétrica, sentaron bases importantes para proteger tanto a las mujeres que deciden ser madres, como a las que no.
Con la legislación del matrimonio igualitario y el concubinato logramos que las parejas del mismo sexo puedan acceder a los mismos derechos y obligaciones que las personas heterosexuales en asuntos relevantes como la pensión, la toma de decisiones médicas, la construcción del patrimonio conjunto, etc.
Con la Ley Malena logramos tipificar el delito de lesiones provocadas con ácido…