22 abril 2024
Opinión
Ricardo Guillén Memije
El célebre y multicitado apotegma atribuido al “Benemérito de las Américas”, Don Benito Pablo Juárez García: “Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz” expresa la importancia de respetar los derechos y libertades de los demás.
Marcando muy puntualmente dos esferas de aplicación: por un lado, en lo social implica tratar a los otros con consideración, empatía y justicia, reconociendo su autonomía y dignidad; por otro lado, en el ámbito internacional, subraya la necesidad de respetar la soberanía y los derechos de cada nación para prevenir conflictos y fomentar la paz entre los Estados, evitando la injerencia y el uso de la fuerza para resolver disputas.
Luego entonces si partimos de estas dos vertientes; el respeto no es simplemente una palabra en nuestro vocabulario, sino un pilar sobre el cual se construyen relaciones sólidas y una convivencia pacífica. Proviene del latín “respectus”, que significa “volver a mirar”, invitándonos a ir más allá de nuestras primeras impresiones, a cuestionar y considerar a los demás en su totalidad.
En épocas pasadas, los padres inculcaban el respeto a través de la transmisión de valores fundamentales como el esfuerzo, el trabajo y el sacrificio generando improntas que infundían y arraigaban valores como la empatía, la generosidad y la gratitud que derivaba en un ambiente de cordialidad y seguridad.
En nuestra sociedad actual, el respeto debería manifestarse de diversas formas: respeto por uno mismo, por los demás, por las normas sociales, por la naturaleza, por los valores, por las leyes y por la cultura.
Cada acto de respeto, por pequeño que sea, contribuye a construir un tejido social más fuerte y resistente. Cabe mencionar que precisamente la mayoría de los problemas en la convivencia social se pueden derivan de la falta de respeto que puede provocar el ser impuntual, pasarse un alto, no levantar de la vía pública el excremento de nuestras mascotas.
Así también, provocar ruido estridente en zonas habitacionales en horas destinadas al sueño de los vecinos, saltarse turno prepotentemente en una fila, superar el límite de velocidad, arrojar la basura a la calle, estacionarse en doble fila, burlarse de las características físicas de otros.
Mirar lascivamente a alguien, verter desechos tóxicos a ríos y/o arroyos, talar indiscriminadamente los bosques, estacionarse obstruyendo las líneas peatonales, los accesos de sillas de ruedas o los portones de entradas, invadir áreas públicas o comunes; entre otros muchas más calamidades diarias.
El respeto permite que la sociedad viva en paz y en sana convivencia; lo que implica reconocer en sí mismo y en los demás los derechos y las obligaciones; es una virtud que implica reconocer la dignidad inherente en cada ser humano y actuar con cortesía, amabilidad y empatía; por eso suele sintetizarse en la frase: “no hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti”.
Todo ello en la cotidianeidad ciudadana; sin embargo, en lo internacional, recientemente se suscitó una grave falta de respeto, ejemplificada en el asalto a la embajada de México en Quito y la violación de la inmunidad diplomática, desencadena consecuencias devastadoras.
La decisión de entrar por la fuerza en una embajada viola normas internacionales y socava la confianza entre las naciones, lo que lleva a una condena internacional y al deterioro de las relaciones diplomáticas.
La reciente irrupción en la embajada mexicana ha provocado una condena unánime en la comunidad internacional, con la Organización de Estados Americanos (OEA) denunciando la violación de la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas.
Si bien es cierto que el presidente Noboa ha defendido su acción como parte de su lucha contra la corrupción y la impunidad en Ecuador; su decisión ha generado críticas tanto a nivel nacional como internacional; por un lado ha profundizado la polarización política en su país y por otro incluso que México haya roto relaciones diplomáticas con Ecuador; además de que otros países como Bolivia y Nicaragua también han tomado medidas similares
Debido a la contravención de todo ello el presidente de Ecuador, Daniel Noboa, se enfrenta a una creciente oposición política y a una condena internacional tras ordenar el asalto a la embajada de México en Quito para capturar al exvicepresidente Jorge Glas. Este acto sin precedentes ha desatado una crisis política en Ecuador y ha generado un debate sobre los principios de la inmunidad diplomática y el derecho internacional.
Internamente, la oposición política se ha reagrupado en torno a un bloque que desafía al presidente Noboa en el Congreso, lo que amenaza con bloquear su agenda legislativa.
Asimismo, la polarización política interna en Ecuador, desencadenada por la falta de respeto a los derechos y libertades de la oposición, amenaza la estabilidad y la gobernabilidad del país. La ruptura de relaciones diplomáticas y la suspensión de negociaciones comerciales son consecuencias directas de la falta de respeto a la soberanía y los derechos de otras naciones.
Las negociaciones para un tratado de libre comercio entre México y Ecuador han sido suspendidas, lo que podría afectar las relaciones económicas y comerciales entre ambos países.
Por todo lo antes dicho, es crucial comprender que el respeto no es solo un acto individual, sino un compromiso colectivo. Solo cuando cada uno de nosotros reconoce y valora los derechos y las obligaciones de los demás podemos construir una sociedad basada en el entendimiento mutuo y la paz.
Recordemos siempre las palabras de Aristóteles: el respeto es una virtud que puede ser adquirida y practicada por cualquiera. El camino hacia su adquisición va de lo interno a lo externo, empezando por reconocer y valorar la dignidad de cada ser humano.
El respeto no solo nos fortalece como individuos, sino que también nos empodera como comunidad. Nos recuerda que nuestras diferencias no nos dividen, sino que nos enriquecen. Nos enseña que, al celebrar la diversidad, podemos encontrar unidad en la aceptación y el entendimiento mutuo.
Por lo tanto, para construir una sociedad tolerante, cortés, compasiva y pacífica para nosotros y las generaciones futuras; debemos cultivar y practicar el respeto en todas nuestras interacciones diarias. Que nuestros debates sean constructivos, que nuestras acciones sean consideradas y que nuestras diferencias sean celebradas como oportunidades de aprendizaje y enriquecimiento mutuo.
Foto: Alberto Suárez/AFP.